expulsion de los mercaderes del templo en la biblia

Significado histórico de la expulsión de mercaderes en el Templo según la Biblia

Esta es la narración sobre cómo Nuestro Salvador Jesucristo desalojó a los comerciantes y compradores del templo, derribando los mostradores de los cambistas y liberando a las aves de sus jaulas. Al dirigirse a ellos, les recordó las palabras de las Escrituras: "Mi casa será llamada casa de oración, pero la habéis convertido en una cueva de ladrones". Todo esto está registrado en el evangelio de San Mateo en el capítulo 21.

Requirió expulsarlos dos veces

Jesucristo pasó siete años en Egipto y otros 23 en Nazaret, llevando una vida contemplativa. Fue bautizado, sufrió tentaciones en el desierto y comenzó su vida pública realizando su primer milagro en Caná. Recorrió Galilea, enseñando en las sinagogas y curando a enfermos como ciegos, leprosos y paralíticos.

Galilea, en tiempos de Jesús, era una región próspera. Todas las ciudades y aldeas palestinas contaban con sinagogas. En Jerusalén, había unas 450, además del Templo, donde los hombres y mujeres se dividían en el interior.

En la fiesta de la Pascua, Jesús se dirigió a Jerusalén con sus discípulos. La participación en esta festividad en el Templo de la Ciudad Santa era obligatoria para todos los judíos. Este edificio tenía tres patios: uno para los sacerdotes y los dos restantes para hombres y mujeres, mientras que en medio se encontraba el Patio de los Gentiles.

La indignación de Jesús en el Templo de Jerusalén

En el libro de Juan, se relata que Jesús entró en el Templo de Jerusalén y se encontró con una escena que lo indignó profundamente. Allí, los mercaderes estaban vendiendo animales para los sacrificios y los cambistas estaban haciendo negocios en el lugar sagrado.

Jesús, lleno de ira y justa indignación, expulsó a todos los que estaban en el Templo, volcando las mesas de los cambistas y diciendo: "Haced de la casa de mi Padre una casa de oración y no un mercado" (Juan 2:17).

La actitud de Jesús en este momento nos enseña dos lecciones importantes. En primer lugar, nos muestra su santidad y su celo por las cosas de Dios. Jesús entendía que el Templo era un lugar sagrado, dedicado a la adoración a Dios, y no un lugar para hacer negocios.

En segundo lugar, esta indignación de Jesús nos revela su amor por las personas. Jesús sabía que muchos de los que estaban vendiendo y cambiando dinero en el Templo eran aprovechados, engañando a las personas que venían a adorar a Dios. Él quería proteger a los más débiles y defender la verdadera adoración a Dios.

No podemos pasar por alto esta escena en el Templo de Jerusalén. Nos invita a reflexionar sobre nuestra propia actitud ante las cosas de Dios. ¿Estamos dando la debida importancia a la santidad de su casa y a la verdadera adoración? ¿O estamos permitiendo que se contaminen con intereses mundanos?

Que la indignación de Jesús en el Templo de Jerusalén nos mueva a ser más conscientes de la importancia de darle el lugar que le corresponde a Dios en nuestras vidas y adorarlo en espíritu y en verdad.

La purificación del Templo de Jerusalén por Jesús

En los evangelios se narra un episodio clave en la vida de Jesús: la purificación del Templo de Jerusalén. Esta acción de Jesús se considera una de las señales de su autoridad y poder como Mesías.

Según los relatos bíblicos, en el tiempo de la Pascua judía, Jesús ingresó al Templo y encontró que se estaba llevando a cabo una venta de animales para los sacrificios rituales y cambiadores de monedas. Molesto por ver que el lugar sagrado se había convertido en un mercado, Jesús expulsó a los vendedores y volteó las mesas de los cambistas, diciéndoles: "Mi casa será llamada casa de oración, pero ustedes la han convertido en una cueva de ladrones".

Este acto de Jesús causó revuelo y sorpresa entre los presentes, quienes reconocieron su autoridad y se preguntaban quién era ese hombre que se atrevía a hablar y actuar de esa manera en el Templo. Esta acción también despertó temor y enojo entre las autoridades religiosas, quienes veían a Jesús como una amenaza a su autoridad y tradiciones.

La purificación del Templo por Jesús también tiene un significado profundo y simbólico. Representa la necesidad de purificar nuestras propias vidas y corazones, para que sean lugares puros y sagrados dignos de ser templos del Espíritu Santo. Jesús nos enseña que la verdadera adoración a Dios no se trata de ritos y tradiciones externas, sino de una actitud de amor, respeto y pureza interior.

La crítica de Jesús a la mercantilización del Templo

En los evangelios se relata un episodio en el que Jesús entra al Templo de Jerusalén y se encuentra con un panorama completamente diferente al que él esperaba. En lugar de un lugar sagrado para la oración y el encuentro con Dios, se encuentra con un mercado donde se vendían animales para los sacrificios y se cambiaba dinero.

Esto indigna a Jesús y, en un acto de rebeldía, tira las mesas de los mercaderes y los cambistas, y les expulsa del Templo diciendo: "Mi casa será llamada casa de oración, pero ustedes la han convertido en una cueva de ladrones".

Esta crítica de Jesús va directamente a la raíz de un problema que todavía hoy en día sigue vigente: la mercantilización de la fe. En lugar de enfocarse en la verdadera esencia de la religión, que es el amor a Dios y al prójimo, muchos han convertido la fe en un negocio lucrativo.

Es triste ver cómo en la actualidad existen iglesias que cobran una entrada para asistir a los servicios religiosos, o que venden productos "milagrosos" para obtener beneficios económicos. Incluso, se han creado iglesias que operan como verdaderas empresas, con el objetivo de obtener ganancias y enriquecerse.

La crítica de Jesús nos invita a reflexionar sobre la verdadera razón de nuestra fe y a cuestionarnos si no estamos cayendo en el mismo error de aquellos mercaderes del Templo. La relación con Dios no puede ser comprada ni vendida, no tiene precio y no debe ser utilizada para obtener beneficios materiales.

La verdadera religión se basa en la humildad, el servicio al prójimo y la búsqueda de la justicia y la verdad. No permitamos que la mercantilización nos ciegue y nos aleje de lo más importante: el amor a Dios y a nuestros semejantes.

La autoridad de Jesús frente a los mercaderes del Templo

En el evangelio de Juan, capítulo 2 versículos del 13 al 22, se relata un episodio que muestra la autoridad de Jesús sobre las acciones de los mercaderes en el Templo de Dios.

En aquel tiempo, Jesús entró en el Templo y vio a los mercaderes vendiendo ganado, ovejas y palomas, así como a los cambistas sentados en sus puestos de cambio. Esto era una práctica común en aquel tiempo, ya que los peregrinos que venían a Jerusalén para celebrar la Pascua necesitaban comprar animales para los sacrificios y cambiar su moneda por la moneda del Templo.

Sin embargo, Jesús se indignó al ver cómo el lugar de adoración a Dios se había convertido en un mercado. Se acercó a los mercaderes y les dijo: "Quitad de aquí estas cosas y no hagáis de la casa de mi Padre una casa de comercio".

Con estas palabras, Jesús dejó en claro que su autoridad como Hijo de Dios estaba por encima de las decisiones de los líderes religiosos y comerciantes del Templo. Aunque eran ellos quienes manejaban el lugar, Jesús demostró que el Templo era sagrado y debía ser respetado como el espacio de Dios.

Además, Jesús señaló que el Templo era una casa de oración para todas las naciones, y no solo para los judíos, mostrando así su amor y compasión por todos los pueblos y su deseo de que todos pudieran acercarse a Dios sin obstáculos comerciales.

Este episodio nos invita a reflexionar sobre la importancia de respetar los lugares sagrados y no permitir que intereses comerciales se interpongan en nuestra relación con Dios. También nos recuerda que Jesús tiene la última palabra y su autoridad es suprema sobre cualquier otra autoridad terrenal.

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